domingo, 8 de noviembre de 2009

Noche de placer con un desconocido...



... el Jazz.

Fue un arrebato la decisión de comprar entradas para el jazz. Se juntaron la cercanía de casa y de mi cumpleaños con la necesidad de estar sola y las ganas de conocer algo nuevo.


Ayer fue mi iniciación, no sabía lo que me iba a encontrar pero decidí ponerme guapa, sexi y así me sentí, con leggins, un top nuevo, botas y cazadora de cuero, maquillaje, perfume y algo de frío para acompañar.

La primera sorpresa fue que no era en el auditorio propiamente sino en la sala multiusos y cuando llegué me encontré decenas de mesitas con velas a los pies del escenario. Ya estaban ocupadas pero compartí una sin importar con quien. El ambiente era, cuanto menos, curioso. Bastantes hombres de los 60 que se niegan a abandonar aquella época y lo demuestra su pelo largo recogido o no en coleta, con barba generalmente, supongo que la Harley la dejaron fuera, sus mujeres más asentadas en el nuevo milenio y gente joven de la que llamaría alternativa, y entre todos estos entendidos, yo. Lo bueno es que estaba en mi salsa, muy a gusto entre todos ellos.

Fui a la barra, Ambar patrocinaba así que pedí una sputnik, me encanta esa cerveza con un toque de vodka. La noche prometía.

Se fueron apagando luces y presentaron al primer grupo, The lydian Project acompañados de Clara Luna. Me gustaron mucho, de vez en cuando cerraba los ojos para poder escuchar a los cuatro, la batería, el contrabajo, la trompeta y la guitarra, juntos pero no revueltos. Me penó cuando se fueron.

En el descanso me fui a por otra sputnik y a por una tostada de salmón, no había cenado. Otro acierto lo de poder cenar ahí.

Pensé que lo raro sería que el grupo siguiente me gustara, que sería un jazz más difícil de escuchar y encima con banjo. El grupo era Béla Fleck & the flecktones. Si el anterior fueron los preliminares este ya fue el orgasmo, casi 2 horas de auténtico placer. El pianista, que a su vez tocaba la armónica, y otros instrumentos, me sedujo totalmente, para mí era la estrella, eso sí junto al bajista que sin entender nada de eso lo llamaría un virtuoso del bajo, hacía sonidos increíbles, me dejó literalmente con la boca abierta. El pirata, por el sombrero que llevaba, tocaba la batería electrónica, una especie de guitarra que me desconcertó desde el primer momento porque no localizaba el sonido que hacía y llegué a pensar que tenían la batería grabada. Y Béla Fleck que cuando más me gustó fue cuando hizo el sólo. La impresión que me dio es que es un tío inteligente que se ha sabido rodear de músicos muy muy buenos, tanto que lo eclipsan, sin embargo el grupo lleva su nombre. Curioso.

Así que me fui con las endorfinas rebosándome por las orejas pensando “... y mañana más”.

2 comentarios:

Fernando dijo...

es un placer ese muy tuyo..quizás a veces el que deja mejor sabor de boca..si hay jazz te entiedno.

Francesca dijo...

A veces, las sorpresas son el mejor regalo que podemos tener, y esa noche fue mágica.

 
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