viernes, 13 de agosto de 2010

El espejo


Con lo que nos puede llegar a gustar mirarnos en el espejo y lo poco que nos gusta ver lo que el otro refleja de nosotros, porque resulta que todas aquellas cosas que nos molestan de los demás no son sino reflejos de nuestras miserias y compañía.

Alguien a quien conozco hace poco pero valoro bastante ha comenzado a hacer comentarios más o menos sutiles sobre lo que hago, lo que siento, lo que vivo y a comparase con ella misma, yo no necesito eso, estoy por encima de eso otro, eso que te pasa a tí le pasa a todo el mundo, de qué te quejas tú, yo estoy a otro nivel.

Y sí me ha tocado los cojones, los que no tengo.

Podría ver en ella su deseo de ser más, su necesidad de subir a costa de bajar a los demás, su propia debilidad. Incluso podría ser positiva y reconocer sus ganas de quitar hierro a las cosas y ayudar. El caso es que aunque veo de todo un poco me revienta no ver su empatía, su cercanía, su estoy contigo.

Sin embargo creo que debería estarle agradecida, no por lo que dice sino porque en realidad con eso me doy cuenta de cuánto camino me queda por andar, de lo susceptible que soy, de mis punto débiles, de cómo reacciono cuando siento que me pisan o me desprecian o simplemente no me comprenden.

Debería estar agradecida porque me da la oportunidad de trabajar todo eso, de hacerme más yo y menos condicionantes.

Debería estar agradecida, y lo curioso es que sí que lo estoy, pero como se suele decir "jodida y agradecida".

En fin, a ver si me trabajo más mis debilidades y dejo de quejarme de las de los demás.

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